Esta son las caras de felicidad de los ancianos que acuden cada martes a este centro de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl en Roma. Aquí se sienten como en casa, porque han encontrado un lugar para compartir con los demás.
Dicen que este es su espacio. Un espacio que les sirve para rezar..., merendar..., aprender... y hablar de sus realidades personales..., pero también para paliar la soledad.
ISOLINA Y MARIA TERESA
“Con las hermanas se está muy bien. Con Sor Carla especialmente, nos organiza alguna cosa... La queremos mucho”.
“Me encanta cuando habla. Habla de la Iglesia, de los santos...”.
“Nos explica tantas cosas que no sabemos”.
“Y piensa que yo tengo tantos años”.
“Nos aconseja, nos dice también que nos mantengamos unidos”.
Sor Carla es la hermana que los acompaña. Hace 47 años, esta italiana decidió dedicarse de lleno a servir a los más necesitados de la sociedad.
SOR CARLA DI MARCO
Hija de la Caridad
“Intentamos hacer un servicio bonito, ponemos todo de nuestra parte. Intentamos ayudar a todos, resolver los problemas que puedan tener... Aunque los problemas son tantos, las necesidades son tantas, y nosotros no tenemos la posibilidad de resolver todos estos problemas. Lo importante es que nos hacemos amigos de todos ellos, intentamos que encuentren un ambiente sereno, de acogida, y sobre todo un ambiente de escucha, escuchamos acerca de qué tienen necesidad”.
Cada martes unos 30 ancianos disfrutan de este tiempo que les regalan las Hijas de la Caridad. Por eso, iniciativas como esta ejemplifican lo que pide el Papa Francisco, que se escuche a los ancianos porque ellos son la memoria viva de los pueblos.
FRANCISCO
4 de marzo de 2015
'Es horrible ver a los ancianos descartados. Es feo y es pecado'.
Como decía San Vicente de Paúl, “la oración es para el alma lo que el alimento es para el cuerpo”. Dos ingredientes que en la mesa de esta casa nunca faltan.