En su homilía en Casa Santa Marta, el Papa Francisco habló del estado del corazón. Explicó que algunas personas prefieren guardar rencores amargos antes que experimentar el dulce consuelo de Dios.
FRANCISCO
“Es más fácil consolar a los demás que dejarse consolar. Porque tantas veces nosotros estamos apegados a lo negativo, estamos apegados a la herida del pecado dentro de nosotros y, muchas veces, preferimos quedarnos allí, solos, o sea en la cama, como ese del Evangelio, aislados, allí, y no levantarnos. “Levántate” es la palabra de Jesús, siempre: “Levántate”.”
Invitó a los cristianos a buscar en sus corazones cualquien traza de tristeza o amargura para poder ser consolados por el Señor.
EXTRACTO HOMILÍA DEL PAPA
“El Señor ha venido a consolarnos nos dice que es bueno contemplar el oficio de consolador de Cristo. Muchas veces el consuelo del Señor nos parece una maravilla”.
“Pero no es fácil dejarse consolar; es más fácil consolar a los demás que dejarse consolar. Porque tantas veces nosotros estamos apegados a lo negativo, estamos apegados a la herida del pecado dentro de nosotros y, muchas veces, preferimos permanecer allí, solos, o sea en la cama, como aquel del Evangelio, aislados, allí, y no levantarnos. “Levántate” es la palabra de Jesús, siempre: “Levántate”.”
“Era un buen sacerdote. Decían que en el confesionario era tan misericordioso, ya era anciano y sus compañeros de presbiterio decían cómo habría sido su muerte y cuando habría ido al cielo. Decían: “Lo primero que dirá a San Pedro, en lugar de saludarlo, es: ‘¿Dónde está el infierno?’. Siempre lo negativo. Y que San Pedro le mostraría el infierno. Y una vez visto…: ‘¿Pero cuántos condenados hay? - ‘Sólo uno’- ‘Ah, qué desastre la redención’… Siempre... sucede esto. Y ante la amargura, el rencor, las quejas, la palabra de la Iglesia de hoy es ‘coraje’, ‘coraje’”.
“Y no es fácil porque para dejarse consolar por el Señor debemos despojarnos de nuestros egoísmos, de aquellas cosas que son el propio tesoro, ya sea la amargura, o las quejas, o tantas cosas. Nos hará bien hoy, a cada uno de nosotros, hacer un examen de conciencia: ¿cómo es mi corazón? ¿Tengo alguna amargura allí? ¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabanza a Dios, de belleza, o siempre de quejas? Y pedir al Señor la gracia del coraje, porque en el coraje Él viene a consolarnos. Y decir: Señor, ven a consolarnos”.