Mañana fría y cielo nublado en San Pedro. Pero eso no impidió a Francisco salir a la plaza para saludar a los peregrinos. Dos de ellos llamaron particularmente la atención: un niño vestido de monje y una niña de monja. A Francisco también le regalaron hasta un oso de peluche.
Su segunda catequesis sobre la Eucaristía habló de la oración y el silencio durante la Misa.
FRANCISCO
“Y cuando vamos a Misa quizás llegamos cinco minutos antes y comenzamos a charlar con el que está al lado... Pero no es el momento de charlar. Es el momento del silencio para prepararse para el diálogo. Un momento de recogimiento del corazón para prepararse al encuentro con Jesús. Pero el silencio es muy importante. Esta, por tanto, es la gracia más grande: poder experimentar que la Misa, la Eucaristía es el momento privilegiado para estar con Jesús y a través de Él, con Dios y con los hermanos”.
El Papa dijo que en la vida espiritual hay que dejarse sorprender por Dios, descubrir que ama a cada persona, aunque no sea perfecta.
FRANCISCO
“Para entrar en el Reino de los Cielos es necesario dejarse maravillar. ¿En nuestra relación con el Señor, en la oración, nos dejamos maravillar? ¿Nos dejamos sorprender? ¿O pensamos que la oración es hablar con Dios como hacen los loros? No. Es confiar y abrirle el corazón, dejarse maravillar. Dejémonos sorprender por Dios. Que Dios es siempre el Dios de la sorpresa”.
Al terminar el Papa dirigió unas palabras de agradecimiento a los tripulantes del buque español Cantabria por las labores de rescate de inmigrantes realizados en el Mediterráneo. También saludó al cardenal Gérald Cyprien Lacroix, de Québec.