Con esta fórmula, el Papa canonizó a 35 nuevos santos, entre ellos el español Faustino Míguez, y los primeros mártires de las Américas, los tres niños indígenas Cristóbal, Antonio y Juan, y el grupo de mártires de Brasil encabezados por el jesuita André de Soveral.
Durante la intensa ceremonia, el Papa alertó de uno de los males más peligrosos para la vida de fe, la rutina.
FRANCISCO
“Este es el peligro: una vida cristiana rutinaria, en la que nos contentemos con la 'normalidad', sin empuje, sin entusiasmo, y con la memoria corta”.
El Papa explicó que la relación de un cristiano con Dios no se puede reducir a un cumplimiento formal de los mandamientos. Tiene que ser una relación de amor que, como en todas las relaciones, corre el riesgo de apagarse no por maldad sino por egoísmos.
FRANCISCO
“Es así como se toman distancias del amor: no por maldad, sino porque se prefiere lo propio: las seguridades, las autoafirmaciones, las comodidades... Entonces nos apoyamos en el sofá de los beneficios, de los placeres, de algún hobby que nos hace estar un poco alegres, pero así se envejece pronto y mal, porque se envejece por dentro: cuando el corazón no se dilata, se cierra y envejece”.
Francisco dijo que la vida cristiana debe ser constante porque no basta con decir “sí” al Señor una vez. Hay que decirlo todos los días, como los 35 santos que canonizó. Ellos, dijo, supieron llevar este sí hasta el final y con un amor que no se dejó enfermar por el virus de la rutina.