La Royal Commission australiana que investiga los casos de pederastia en grupos religiosos y en otras instituciones públicas del país publicó 85 recomendaciones para reformar la ley australiana. Proponen que la ley obligue a los sacerdotes romper el secreto de confesión para delatar a pederastas.
De reformarse la legislación, se colocaría a los sacerdotes en una posición imposible: Tendrían que elegir entre cometer perjurio o la excomunión automática. Porque según el Código de Derecho Canónico en su canon 983 asegura que “el sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo”.
Es más, en el caso de un juicio, y aunque la persona que ha hecho la confesión lo pida, el sacerdote está exento de responder, tal y como recoge el canon 1550. Pero el sacerdote, sin vulnerar el secreto de confesión, podría intervenir, por ejemplo, para evitar un asesinato. Podría advertir a la policía de que la vida de una persona está en peligro sin especificar cómo lo ha sabido. En algunos países las leyes prevén dispensas para evitar que los sacerdotes testifiquen sobre delitos que han conocido durante la confesión.
El sigilo de la confesión va más allá de un mero secreto profesional. Desde el punto de vista teológico se considera que el penitente no habla al sacerdote sino que su interlocutor es el mismo Dios. Incluso el confesor está obligado a olvidar inmediatamente lo escuchado una vez administra la absolución.