El fuerte calor en Roma no intimidó a cientos de peregrinos que acompañaron al Papa durante el rezo del Ángelus. Preocupado por la reciente violencia y los disturbios en Jerusalén, Francisco pidió moderación y diálogo para resolver la situación que ya se ha cobrado la vida de varias personas. Las protestas por la instalación de detectores de metales en la Explanada de las Mezquitas, lugar sagrado para musulmanes y judíos, ha provocado fuertes enfrentamientos.
FRANCISCO
“Sigo con angustia las graves tensiones y la violencia de estos días en Jerusalén. Siento la necesidad de expresar un ferviente llamamiento a la moderación y el diálogo. Os invito a uniros a mí en la oración para que el Señor inspire a todos propósitos de reconciliación y de paz”.
El Papa habló de la parábola de la cizaña que crece en medio del trigo. Explicó que en el mundo el bien inexplicablemente crece junto al mal y que solo Dios puede extirpar el mal definitivamente. Francisco aclaró que el bien y el mal no son atribuibles solo a un pueblo o un territorio.
FRANCISCO
“El Señor, que es la Sabiduría encarnada, nos ayuda hoy a comprender que el bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos: “Estos son los buenos, estos son los malos”. Él nos dice que la línea entre la frontera del bien y el mal pasa por el corazón de cada persona, pasa por el corazón de cada uno de nosotros. Es decir: Todos somos pecadores. Me vienen ganas de preguntaros: “Quién no sea pecador, que levante la mano”. ¡Ninguno!”.
El Papa Francisco, por último, invitó a “descubrir en la realidad circundante no solo lo suciedad y el mal sino también el bien y la belleza”.