Ante 25.000 personas y después de un agotador viaje de un día a Milán el Papa volvió a saludar desde la ventana de los apartamentos pontificios.
Con la voz ligeramente tomada por el cansancio advirtió contra dos peligros: el primero de ellos los prejuicios.
FRANCISCO
'El prejuicio distorsiona la realidad y nos llena de aversión contra los que juzgamos sin misericordia y condenamos sin posibilidad de apelar. Esto es pan de cada díaâ?.
El otro peligro contra el que advirtió fue el de las amistades falsas, el de buscar relaciones egoístas para satisfacer intereses personales.
FRANCISCO
'Si valoramos a los hombres y las cosas con base en el criterio de lo que nos resulta útil, de nuestro placer, de nuestro prestigio, estas relaciones y situaciones no son verdaderasâ?.
El Papa recordó al final del íngelus a un grupo de 115 mártires de la Guerra Civil española que fueron beatificados un día antes. Entre ellos, la primera mujer gitana declarada mártir.
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