En su homilía en Casa Santa Marta, el Papa Francisco pidió no dejarse llevar por los pequeños celos o envidias porque son la puerta para la división. Francisco explicó que estas actitudes no son cristianas y destruyen la fraternidad.
FRANCISCO
'Y así crece, crece la hostilidad y se termina mal. Siempre. Yo me separo de mi hermano, este no es mi hermano, este es un enemigo, este debe ser destruido, expulsadoâ?¦ Y así se destruye a la gente, así la enemistad destruye a las familias, a los pueblos, ¡todo! Ese amargarse la vida siempre obsesionado con el otro. Esto le ha sucedido a Caín, y al final mató a su hermano. No, no hay hermano. Solo yo existo. No hay fraternidad. Solo existo yoâ?.
Por último, el Papa invitó a rezar por aquellos a los que cada día 'destruimos con la lenguaâ? y por los que además son tratados como cosas y no como personas.
EXTRACTOS DE LA HOMILíA DEL PAPA EN ESPAí?OL
(Fuente: Radio Vaticana)
'Y Caín prefirió el instinto, prefirió cocinar dentro de sí este sentimiento, agrandarlo, dejarlo crecer. Este pecado que cometerá después, que está agazapado detrás del sentimiento. Y crece. Crece. Así crecen las hostilidades entre nosotros: comienzan con una pequeña cosa, celos, envidia y después esto crece y vemos la vida sólo desde aquel punto y aquella brizna se vuelve para nosotros una viga, pero la viga la tenemos nosotros, pero está allí. Y nuestra vida gira en torno a aquello y aquello destruye el vínculo de hermandad, destruir la fraternidadâ?.
'Y así crece, crece la hostilidad y se termina mal. Siempre. Yo me separo de mi hermano, éste no es mi hermano, éste es un enemigo, éste debe ser destruido, echadoâ?¦ y así la gente se destruye, así las enemistades destruyen a las familias, a los pueblos, ¡todo! Ese amargarse la vida, siempre obsesionado con aquello. Esto ha sucedido a Caín, y al final mató a su hermano. No: no hay hermano. Sólo yo existo. No hay hermandad. Sólo yo existo. Esto que ha sucedido al inicio, nos sucede a todos nosotros, la posibilidad; pero este proceso debe ser detenido inmediatamente, al inicio, ante la primera amargura, detenerse. La amargura no es cristiana. El dolor sí, la amargura no. El resentimiento no es cristiano. El dolor sí, el resentimiento no. Cuántas enemistades, cuántas desavenenciasâ?.
'Y cuántos poderosos de la Tierra pueden decir estoâ?¦ â??A mí me interesa este territorio, a mí me interesa esto pedazo de tierra, este otroâ?¦ si la bomba cae y mata a doscientos niños, no es mi culpa: es culpa de la bomba. A mí me interesa el territorioâ?¦â??. Y todo comienza a partir de aquel sentimiento que te lleva a separarte, a decir al otro: â??Este es fulano, éste es así, pero no es hermanoâ?¦â??, y termina en la guerra que mata. Pero tú has matado al inicio. Este es el proceso de la sangre, y hoy la sangre de tanta gente en el mundo grita a Dios desde el suelo. Pero todo está relacionado, ¡eh! Aquella sangre allá tiene una relación â?? tal vez una pequeña gota de sangre â?? que con mi envidia, mis celos yo he hecho salir, cuando he destruido una hermandadâ?.
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