En su homilía en Santa Marta, el Papa habló de cómo las personas a veces no disfrutan de la vida cuando dejan las cosas que quieren hacer para 'otro día'. Francisco recordó que el futuro es incierto y que debemos aprovechar al máximo cada día.
FRANCISCO
'Pero el hoy no se repite: la vida es ésta. Y corazón: corazón abierto, abierto al Señor, no cerrado, no duro, no endurecido, no sin fe, no perverso, no seducido por los pecados. (...) Vayamos a casa sólo con estas dos palabras: ¿Cómo es mi hoy? El ocaso puede ser hoy mismo, este día o tantos días después. Pero ¿cómo va mi hoy en presencia del Señor? Y mi corazón, ¿cómo es? ¿Es abierto? ¿Está firme en la fe? ¿Se deja conducir por el amor del Señor?
Francisco concluyó diciendo que para poder vivir plenamente hay que abandonar los vicios y llenar el corazón de fe.
EXTRACTOS DE LA HOMILíA DEL PAPA EN ESPAí?OL
(Radio Vaticano)
'Esto lo digo no para asustarlos, sino sencillamente para decir que nuestra vida es un hoy: hoy o jamás. Yo pienso en esto. El mañana será el mañana eterno, sin ocaso, con el Señor, para siempre. Si yo soy fiel a este hoy. Y la pregunta que les hago es la que hace el Espíritu Santo: ¿Cómo vivo yo, este hoy?'.
'En nuestro corazón se juega el hoy. Nuestro corazón, ¿está abierto al Señor? A mí siempre me llama la atención cuando encuentro a una persona anciana, muchas veces sacerdotes o monjitas que me dicen: 'Padre, rece por mi perseverancia final'. 'Pero, ¿hiciste toda tu vida bien, todos los días de tu hoy están al servicio del Señor, y tienes miedo?'. 'No, no: a mi vida aún no le ha llegado el ocaso: yo querría vivirla plenamente, rezar para que el hoy llegue pleno, pleno, con el corazón firme en la fe, y no arruinado por el pecado, los vicios, la corrupción?.
'Pero el hoy no se repite: la vida es ésta. Y corazón: corazón abierto, abierto al Señor, no cerrado, no duro, no endurecido, no sin fe, no perverso, no seducido por los pecados. Y el Señor ha encontrado a tantos de estos que tenían el corazón cerrado: los Doctores de la Ley, toda esta gente que lo perseguía, lo ponía a prueba para condenarlo, y al final lograron hacerlo. Vayamos a casa sólo con estas dos palabras: ¿Cómo es mi hoy? El ocaso puede ser hoy mismo, este día o tantos días después. Pero ¿cómo va mi hoy en presencia del Señor? Y mi corazón, ¿cómo es? ¿Es abierto? ¿Está firme en la fe? ¿Se deja conducir por el amor del Señor? Con estas preguntas pidamos al Señor la gracia de la que cada uno de nosotros tiene necesidad'.