31 años en Camboya junto a refugiados y víctimas de guerra le han otorgado una visión del mundo abierta y, sobre todo, inclusiva. El jesuita Enrique Figaredo es el obispo de Battambang, en Camboya, en la frontera con Tailandia. Sin embargo, cuando solicitó trabajar con refugiados nunca imaginó que ese sería su destino.
MONS. ENRIQUE FIGAREDO
Obispo de Battambang (Camboya)
'Yo no me esperaba una carta de Bangkok, me esperaba una carta de Roma. Y me decían: 'Tenemos refugiados laosianos, vietnamitas y camboyanos pero nuestra prioridad son los camboyanos hoy y los mutilados. Yo vengo a servir, a trabajar y a aprender y ahí empezamos. Y después ya te enamoras de la misión, te enamoras de la gente, te enamoras de sus vidas, de sus causas y de todo y te haces uno mas y les acompañasâ?.
Se encontró con un país lleno de desplazados y heridos de guerra, sobre todo, por minas antipersona. En los campos de refugiados comenzó por lo básico: Intentar devolver a estas personas la vida que se les había arrebatado, y lo hizo gracias a algo tan sencillo como talleres para aprender un oficio. El que definitivamente transformó más vidas fue el de sillas de ruedas.
MONS. ENRIQUE FIGAREDO
Obispo de Battambang (Camboya)
'Esos discapacitados que aprendieron a hacer sillas de ruedas me dieron un utensilio que ayudaba a otros discapacitados. Es como un sacramento nuevo que transforma las vidas de la gente, hecho por discapacitados para discapacitados y el sacerdote está en medio ayudando a transformar la vida del niño discapacitado de polio, o la persona mayor que ha tenido una hemiplejia o el mutilado. Se transforma su vidaâ?.
El 'obispo de las sillas de ruedasâ? ha sido testigo en primera persona de cómo las personas refugiadas, con un poco de ayuda, pueden salir adelante y contribuir mucho. Por eso, ante los 65 millones de refugiados que hay ho en el mundo hace este llamamiento.
MONS. ENRIQUE FIGAREDO
Obispo de Battambang (Camboya)
'Tenemos que poner la causa de los refugiados por delante. Porque son personas con dignidad y con capacidad de transformar el mundo y si no vamos a perder una oportunidad que lo único que vamos a hacer es hacer que la civilización humana se retrase. Y también estos refugiados nos ayudarán a alcanzar la paz porque ellos conocen el sufrimiento de la guerra en su vidaâ?.
En estos años monseñor Figaredo ha abierto una fábrica textil, un café, residencias de estudiantes y varias escuelas primarias. Lo que era un país arrasado por la guerra y sin futuro, con trabajo y mucha esperanza, ha podido resurgir de sus propias cenizas.
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