El Vaticano se tiñó de púrpura para recibir a los 17 nuevos cardenales. En el ambiente se respiraba un solemne silencio que rompió el saludo del nuncio en Siria, Mario Zenari, que habló en nombre de ellos.
'Nos ha llamado de todos los continentes. Desde la región considerada como la cuna del cristianismo, donde por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos, desde las jóvenes y dinámicas Iglesias, desde el Viejo Continente hasta del Nuevo Mundoâ?.
Francisco reflexionó sobre el pasaje del Evangelio en el que Jesús, después de haber elegido a los 12 apóstoles no se queda enseñando desde la montaña sino que baja a la llanura para estar con la gente y sentir sus preocupaciones. Esta, resumió, es su tarea.
En medio de una atmósfera emotiva pero grave les recordó un punto central del Evangelio: Que amar al prójimo incluye amar al enemigo.
FRANCISCO
'En el corazón de Dios no hay enemigos. Dios solo tiene hijos. Nosotros levantamos muros, construimos barreras, clasificamos a las personas. Dios tiene hijos y no precisamente para quitárselos de en medio. 'Nuestro Padre no espera a que seamos buenos para amar el mundo. No espera a que seamos menos injustos o perfectos para amarnos. Nos ama porque ha elegido hacerlo, porque nos ha dado estatuto de hijos'.
Francisco propuso a los nuevos cardenales aceptar el desafío de no dejarse envenenar por un mundo que sufre de la 'epidemia de la enemistad'.
FRANCISCO
'Cuántas heridas se agravan a causa de esta epidemia de enemistad y violencia, que se imprime en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y reducido al silencio a causa de esta patología de la indiferencia. El virus de la polarización y de la enemistad se introduce en nuestros modos de pensar, de sentir y de actuar. No somos inmunes a esto y debemos estar prevenidos para que esta actitud no tome nuestro corazón'.
A continuación vino el gran momento en el que el Papa fue llamando uno a uno a los nuevos cardenales para entregarles el anillo, la birreta y comunicarles la iglesia de Roma que se les encomienda a título honorífico.
Ante Ernesto Simoni, Francisco se levantó y le besó las manos tal y como hizo durante su visita a Albania, donde lo conoció. El sacerdote albanés ni siquiera era obispo pero su testimonio conmovió al Papa: Tiene 86 años y pasó casi tres décadas de su vida realizando trabajos forzados bajo el régimen comunista, celebrando misa en secreto.
Entre los presentes había representantes de los 11 países de procedencia de los nuevos cardenales, entre ellos el alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, uno de los colaboradores más estrechos de Barack Obama.
La salida de los nuevos purpurados se produjo entre aplausos. Al terminar la ceremonia, junto a Francisco, fueron a visitar al papa emérito Benedicto XVI.