Como todas las mañanas de miércoles, antes de impartir su catequesis, el Papa paseó por entre la una multitud entusiasta, para saludar a los peregrinos desde el papamóvil.
Explicó otra de las grandes parábolas del Evangelio; la del rico Epulón y el pobre Lázaro.
FRANCISCO
'Representa dos modos de vivir que se contraponen. El rico disfruta de una vida de lujo y derroche; en cambio, Lázaro está a su puerta en la más absoluta indigencia, y es una llamada constante a la conversión del opulento, que este no acogeâ?.
Francisco dijo que esta parábola no ha perdido actualidad. El problema, dijo, no es la riqueza, sino vivir en la opulencia sin hacer caso de los 'Lázarosâ? que llaman a la puerta.
Recordó que el rico de la parábola no fue condenado al infierno por poseer riquezas sino por no atender las necesidades del pobre.
FRANCISCO
'Excluyendo a Lázaro, no tuvo en cuenta ni al Señor ni su ley. Ignorar al pobre es despreciar a Dios. Y esto lo debemos aprender bien. Ignorar al pobre es despreciar a Dios. Ahora el rico reconoce a Lázaro y le pide ayuda mientras en vida fingía no verlo. Cuántas veces mucha gente finge no ver a los pobres. Para ellos los pobres no existenâ?.
El Papa dijo que Lázaro representa el silencioso grito del pobre de todo tiempo y lugar. Por eso concluyó la audiencia con una petición: la de abrir el corazón.
FRANCISCO
'La misericordia de Dios está ligada a nuestra misericordia con los demás. Cuando falta esta, tampoco la otra encuentra espacio en nuestro corazón cerrado, no puede entrar. Si no abro la puerta de mi corazón al pobre, esa puerta permanece cerrada, también para Dios, y esto es terribleâ?.
Durante la audiencia el Papa también saludó con especial afecto a los polacos presentes que celebraban el aniversario del nacimiento de Juan Pablo II. Si viviera, tal día como hoy habría cumplido 96 años.
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