Leonardo Porzia se acuerda perfectamente de lo que sucedió instantes después de que Ali AÄ?ca apretara dos veces el gatillo de su pistola para intentar asesinar a Juan Pablo II.
Él era el enfermero que estaba de turno en el ambulatorio del Vaticano donde el Papa herido fue trasladado mientras en San Pedro reinaba el pánico.
LEONARDO PORZIA
Enfermero
'El Santo Padre estaba encorbado hacia un lado pero consciente. Lo sostenía su secretario. Lo tomé en brazos... Pesaba, pesaba mucho y me manchó de sangre. Lo apoyé contra mi pecho y lo puse en la camilla. Después llegó la ambulancia del Papa y lo metimos ahí. El vehículo se llenó de tanta gente que la sirena de la ambulancia se averióâ?.
El enfermero cuenta que durante el viaje el conductor se tuvo que abrir paso a golpe de claxon y que para acortar distancias se metió en una carretara que iba en sentido contrario. Se subió a la acera para evitar accidentes mientras Leonardo intentaba parar la hemorragia de las heridas.
LEONARDO PORZIA
Enfermero
'Llegamos al quirófano, le quito la ropa... porque no puede entrar allí vestido, había que desnudarlo. De hecho lo cubrí con una sábana, le saludé y me respondió, me dio las gracias, sí, sí. Porque él en la ambulancia no perdió el conocimiento. Rezaba. Rezó durante todo el trayectoâ?
'El día anterior, cuando vino a visitar la dirección sanitaria, vio la ambulancia y me dijo: yo esto no lo quiero ¿eh?; yo eso no lo voy a utilizarâ?.
Una vez curado el Papa quiso recibir a las personas que lo ayudaron a sobrevivir y a sus familias. Esta foto es el mejor recuerdo que Leonardo tiene de aquellos días aunque las mejores instantáneas están en su memoria.
En el Vaticano, en cambio, lo que queda del atentado no es una foto sino esta lápida que recuerda aquel día: 13 de mayo de 1981.
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