En una basílica de San Pedro llena de peregrinos, Francisco presidió la celebración de una liturgia penitencial. El Papa explicó, en un ambiente de gran sobriedad y recogimiento, que el pecado aísla y ciega a las personas.
FRANCISCO
'Es una ceguera del espíritu, que impide ver lo esencial, fijar la mirada en el amor que da la vida; y lleva poco a poco a detenerse en lo superficial, hasta hacernos insensibles ante los demás y ante el bienâ?.
También dijo que caer en la tentación conduce al egoísmo y, al final, a cerrar por completo el corazón.
FRANCISCO
'Qué fácil y equivocado es creer que la vida depende de lo que se posee, del éxito o la admiración que se recibe; que la economía consiste sólo en el beneficio y el consumo; que los propios deseos individuales deben prevalecer por encima de la responsabilidad socialâ?.
Por eso, pidió a los cristianos que no se aferren a todo aquello que pueda apartarlos de Dios.
FRANCISCO
'Abandonemos lo que nos impide ser ágiles en el camino hacia Él, sin miedo a dejar lo que nos da seguridad y a lo que estamos apegadosâ?.
También dirigió un mensaje a los confesores. Les invitó a ser fieles al Evangelio pero, al mismo tiempo, a que tengan en cuenta la fragilidad y el deseo de volver a Dios de quienes acuden a confesarse.
FRANCISCO
'No debemos ciertamente disminuir las exigencias del Evangelio, pero no podemos correr el riesgo de malograr el deseo del pecador de reconciliarse con el Padre, porque lo que el Padre espera antes que nada es el regreso a la casa del hijoâ?.
Al terminar su homilía, el Papa predicó con el ejemplo y se confesó. Fue el primero que recibió el sacramento de la reconciliación en esta celebración penitencial y después, él mismo confesó a algunos peregrinos.
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