Señor obispo de Ciudad Juárez, Jose Guadalupe Torres Campos, ;
Queridos Hermanos en el Episcopado, ;
Autoridades, ;
Señoras y Señores, ;
Amigos todos ;
Muchas gracias, Señor Obispo, por sus sentidas palabras de despedida, es el momento de dar gracias a Nuestro Señor por haberme permitido esta visita a Mexico, que siempre sorprendente. Mexico es siempre una sorpresa.
No quisiera irme sin agradecer el esfuerzo de quienes han hecho posible esta peregrinación. ;
Agradezco a todas las autoridades federales y locales, el interes y la solícita ayuda con la que han contribuido al buen desarrollo de este propósito. A su vez, quisiera agradecer de corazón a todos los que han colaborado de distintos modos en esta visita pastoral. A tantos servidores anónimos que desde el silencio han dado lo mejor de sí para que estos días fueran una fiesta de familia, gracias. Me he sentido acogido, recibido por el cariño, la fiesta, la esperanza de esta gran familia mexicana, gracias por haberme abierto las puertas de sus vidas, de su Nación. ;
El escritor mexicano Octavio Paz dice en su poema Hermandad: ;
«Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. ;
Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. ;
Sin entender comprendo: tambien soy escritura ;
y en este mismo instante alguien me deletrea». ;
(Un sol más vivo. Antología poetica, Mexico 2014, p. 268.)
Tomando estas bellas palabras, me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas de Mexico. La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra guiándolos y sosteniendo la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras. Muchos hombres y mujeres, cuando pasaba a lo largo de las calles, levantaban sus hijos, me los mostraban. Son el futuro de Mexico. ¡Cuidemoslos!¡Amemoslos! Esos chicos son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer. Y les aseguro que por ahí en algún momento sentía ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido.
Que María, la Madre de Guadalupe, siga visitándolos, siga caminando por estas tierras. Mexico no se entiende sin ella, que siga ayudándolos a ser misioneros y testigos de misericordia y reconciliación. ;
Nuevamente, muchas gracias por esta tan cálidad hospitalidad mexicana.