Texto completo del discurso del Papa a las familias de México

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16/02/2016
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DISCURSO DEL PAPA A LAS FAMILIAS EN TUXTLA GUTIÉRREZ 

Queridos Hermanos y Hermanas Quiero dar gracias por estar en esta tierra chiapaneca. Es bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Gracias le doy a Dios por sus rostros y presencia, gracias doy a Dios por el palpitar de su presencia en sus familias. Gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, de sus vidas; nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. El pan de las alegrí­as, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caí­das. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar. 

Manuel, antes de darle gracias a vos por tu testimonio, quiero dar gracias a tus padres, los dos de rodillas delante tuyo teniendote el papel. ¿Vieron qué imagen es esa, los padres de rodillas ante el hijo que está enfermo? No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí­ de vez en cuando a veces se pelean ¿qué marido y qué mujer no se pelean?, y más cuando se mete la suegra...pero, se aman, y nos han demostrado que se aman y son capaces, por el amor que se tienen, de ponerse de rodillas, delante de su hijo enfermo. Gracias amigos, por este testimonio que han dado, y sigan adelante. Y a vos Manuel, gracias por su testimonio. Me gustó esa expresión que usaste: «Echarle ganas», como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres.

Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí­ reunidos. Gracias. Creo que es lo que el Espí­ritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando a la familia, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar y a familia. ¿Le echamos ganas? Así­ me gusta. Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que desde tiempos lejanos el Padre Dios ha peleado. 

Cuando parecí­a todo perdido esa tarde en el jardí­n del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido. Cuando el Pueblo de Israel sentí­a que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre y nos mandó a su Hijo. De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué? Porque no sabe hacer otra cosa. Él sabe echarnos ganas, ¿por qué? Porque no sabe hacer otra cosa que echarle ganas, ¡no sabe hacer otra cosa! ¡no sabe hacer otra cosa!

Porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre nuevas todas las cosas. 

Me pediste, Manuel, que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y andan por malos pasos. ¿Lo sabemos, no? Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste, Manuel, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quien hablar. Piense en los padres, piense en las madres, ¿Hablan con los hijos y sus hijas o están siempre ocupados? ¿Juegan con sus hijos y sus hijas?

 Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Si mal no recuerdo, Beatriz, vos dijiste: «La lucha siempre ha sido difí­cil por la precariedad y la soledad». Pensemos en todas las mujeres que han pasado lo que pasó Beatriz. La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mí­nimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo hacer para seguir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. 

La precariedad no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Y vos fuiste valiente, Beatriz, gracias. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero. Manuel y Beatriz usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es «cortarnos solos» y lejos de «echarle ganas»; esa actitud es como una polilla que nos va secando el alma.

 La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, como la que Beatriz mencionaba, se tiene que dar a distintos niveles. Una es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mí­nimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decí­an que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habí­an experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad. Y ustedes se animaron, y ustedes rezan, y ustedes están con Jesús, y están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una linda expresión: comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el necesitados. Gracias.

Hoy en dí­a vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cómo está siendo cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que ya no tiene espacio en nuestras sociedades y que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento. Y se van inoculando en nuestra sociedades, se dicen sociedades libres, soberanas, democráticas, se van inoculando colonizaciones ideológicas que la destruyan. Y terminamos siendo colonias de ideologí­as destructoras de la familia, que es la base de toda sana sociedad. 

Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los dí­as conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. ¿Cuantos chicos, tenés? No, no tenemos porque claro, nos gusta salir de vacaciones, ir a turismo, quiero comprarme una quinta y el lujo y el confort y los hijos quedan... y cuando quisiste tener uno, ya se te pasó la bola. Qué daño hace eso, eh. 

Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión. Un hombre y una mujer, Don Aniceto y señora, con el rostro arrugado por las luchas de todos los dí­as, que después de más de 50 años se siguen queriendo. Y el chico aprendió la lección, ya lleva más de 25 años. Cuando les pregunté quién tuvo más paciencia, me dijeron los dos padre. Porque en la familia hay que tener paciencia, amor, hay que saber perdonarse. Padre, una familia perfecta nunca discute. ¡Mentira!, es conveniente que de vez en cuando discutan, y que vuele algún plato, está bien. El unico consejo, es que no terminen el dí­a sin hacer las paces. Porque sino van a amanecer en guerra frí­a, y la guerra frí­a es muy peligrosa en la familia, porque va socavando desde abajo. Gracias por el testimonio de quererse por más de 50 años.

Y hablando de arrugas, para cambiar un poco de tema, recuerdo el testimonio de una gran actriz, actriz de cine latinoamericana, cuando ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara la aconsejaron un arreglito para seguir trabajando bien. Su respuesta fue muy clara, ni soñando quiero tocar estas arrugas, me costó mucho conseguirlas, mucho trabajo, son el recuerdo de mi vida.

En el matrimonio pasa lo mismo. Tiene que renovarse todos los dí­as. Como dije antes, prefiero familias con arrugas, cicatrices, arrugas pero que siguen andando. Porque son signos de la fidelidad de un amor que no siempre fue fácil. El amor no es fácil, nunca fue fácil, pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí­, el verdadero amor, para toda la vida. 

Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus, corren con ventaja. Tienen a la madre: la Guadalupana quiso visitar estas tierras y eso nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella está siempre dispuesta a defender nuestras familias, nuestro futuro; está siempre dispuesta a «echarle ganas» dándonos a su Hijo. Por eso, los invito a tomarnos las manos y decir juntos: Dios te salve Marí­aâ?¦.(oración completa) Y no nos olvidemos de San José, calladito, pero ayudando a la familia. Gracias, que Dios los bendiga, y recen por mi.

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