Discurso completo del Papa Francisco a los jóvenes en Nairobi

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27/11/2015
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Gracias por el Rosario que han rezado por mí­. ¡Gracias! ¡Muchas gracias! Gracias por su presencia, su entusiasta presencia aquí­. Y gracias Lynnet y gracias Manuel por sus reflexiones.

Existe una pregunta en la base de todas las preguntas que me hicieron Lynnet y Manuel: ¿por qué suceden las divisiones, las peleas, las guerras las muertes? Los fanatismos, las destrucciones entre los jóvenes, por qué existe ese deseo de destruirnos. En las primeras páginas de la Biblia, después de todas esas maravillas que hizo Dios, un hermano mata a otro hermano. El espí­ritu del mal nos lleva a la destrucción y el espí­ritu del mal nos lleva a la desunión, nos lleva la tribalismo, a la corrupción, a la drogadicción, nos lleva a la destrucción por los fanatismos. Manuel preguntaba: ¿Cómo hacer para que un fanatismo ideológico no nos robe a un hermano, no nos robe a un amigo?

Hay una palabra que puede parecer incómoda pero yo no la quiero evitar, porque ustedes la usaron antes que yo. La usaron cuando me trajeron contándome los Rosarios que habí­an rezado por mí­, la usó el obispo cuando presentó que se prepararon para esta visita con la oración. Y lo primero que yo responderí­a es que un hombre, pierde lo mejor de su ser humano, una mujer pierde lo mejor de su ser humano cuando se olvida de rezar, porque se siente omnipotente, porque no siente necesidad de pedir ayuda delante de tantas tragedias. La vida está llena de dificultades pero hay dos maneras de mirar las dificultades, o lo mirás como algo que te bloquea, te destruye y te detiene o lo mirás como una oportunidad. A vos te toca elegir. ¿Para mí­ una dificultad es un camino de destrucción o es una oportunidad para superar en bien mí­o, de mi familia, de mis amigos y de mi paí­s? Chicos y chicas no vivimos en el cielo, vivimos en la tierra y la tierra está llena de dificultades. La tierra está llena no sólo de dificultades sino de invitaciones para desviarte hacia el mal, pero hay algo que todos ustedes los jóvenes, que dura un tiempo más o menos grande: la capacidad de elegir. ¿Qué camino quiero elegir? ¿Cuál de estas dos cosas quiero elegir, dejarme vencer por la dificultad o transformar la dificultad en una oportunidad para vencer yo?

Y ahora algunas dificultades que ustedes nombraron, que son desafí­os. Y entonces antes una pregunta: ¿Ustedes quieren superar los desafí­os o dejarse vencer por los desafí­os? ¿Ustedes son como los deportistas que cuando vienen a jugar al estadio quieren ganar o son como aquellos que ya vendieron la victoria a los otros y se pusieron la plata en el bolsillo? A ustedes les toca elegir. Un desafí­o que menciono Lynnet es el del tribalismo, el tribalismo destruye una nación. El tribalismo es tener las manos escondidas por detrás y tener una piedra en cada mano para tirársela al otro. El tribalismo sólo se vence con el oí­do, con el corazón y con la mano.

Con el oí­do. ¿Cuál es tu cultura, porque sos así­? ¿Por qué tu tribu tiene estas costumbres? ¿Tu tribu se siente superior o inferior?

Con el corazón. Una vez que escuche con el oí­do las respuestas, abro el corazón y tiendo la mano para seguir dialogando. Si ustedes no dialogan y no se escuchan entre ustedes siempre va a existir el tribalismo que es como una polilla que va a roer la sociedad. Ayer, pero para ustedes lo hacemos hoy,  se declaró un dí­a de oración y de reconciliación. Yo los quiero invitar ahora a ustedes jóvenes, invitar a Lynnet y a Manuel que vengan y que todos nos tomemos de la mano, de pie, como un signo contra el tribalismo. Todos somos una nación, todos somos una nación. Así­ tienen que ser nuestros corazones. Y el tribalismo no es solamente 'un levantar las manos hoy'. Este es el deseo, es la decisión. Pero el tribalismo es un trabajo de todos los dí­as. Vencer el tribalismo es un trabajo de todos los dí­as. Un trabajo del oí­do, escuchar al otro. Un trabajo del corazón, abrir mi corazón al otro y un trabajo de las manos, darse las manos unos con otros. ¡Y ahora nos damos las manos unos con otros!

Otra pregunta, que hizo Lynnet, es la de la corrupción. Y en el fondo me preguntaba: ¿Se puede justificar la corrupción por el solo hecho de que todos están pecando y siendo corruptos? ¿Cómo podemos ser cristianos y combatir el mal de la corrupción? Yo me acuerdo que en mi patria un joven de 20, 22 años, querí­a dedicarse a la polí­tica, estudiaba entusiasmado, iba de un lado para el otro. Y consiguió un trabajo en un ministerio. Un dí­a tuvo que decidir sobre qué cosa habí­a que comprar y entonces pidió tres presupuestos, los estudió y eligió el más barato, el más conveniente y fue a la oficina de su jefe para que lo firmaraâ?. ¿Por qué elegiste este? 'Porque hay que elegir el más conveniente para las finanzas del paí­s. No. Hay que elegir aquel que te den más para ponerte en el bolsillo. Y el joven le contesta a su jefe: 'yo vine a hacer polí­tica para hacer grande a la patriaâ?. Y el jefe le contesta: 'Y yo  hago polí­tica para robarâ?. Esto es un ejemplo, nomás. Pero no sólo en la polí­tica, en todas las instituciones, incluso en el Vaticano, hay casos de corrupción. La corrupción es algo que se nos mete adentro. Es como el azúcar, es dulce, nos gusta, es fácil. ¡Y después terminamos mal y después de tanta azúcar fácil terminamos diabéticos o nuestro paí­s termina diabético! Cada vez que aceptamos una coima y la metemos en el bolsillo destruimos nuestro corazón, destruimos nuestra personalidad y destruimos nuestra patria. ¡Por favor, no le tomen el gusto a esa azúcar que se llama corrupción!

'Padre, pero yo veo que todos se corrompenâ?. Yo veo tanta gente que se vende por un poco de plata, sin preocuparse de la vida de los demás. Como en todas las cosas, hay que empezar. Si no querés corrupción, en tu corazón, en tu vida, en tu patria, empezá vos. Si no empezás vos, tampoco va a empezar el vecino.

La corrupción además nos roba la alegrí­a, nos roba la paz. La persona corrupta no vive en paz. Una vez â?? esto es histórico lo que les voy a contar -  en mi ciudad murió un hombre que todos sabí­amos que era un gran corrupto. Yo pregunté unos dí­as después cómo fue el funeral y una señora con muy buen humor me contestó: 'Padre, no podí­an cerrar el cajón porque se querí­a llevar toda la plata que habí­a robadoâ?. Lo que vos robás con la corrupción va a quedar acá y lo va a usar otro. Pero también va a quedar - y esto grabémoslo en el corazón - en el corazón de tantos hombres y mujeres que quedaron heridos por tu ejemplo de corrupción. Va a quedar en la falta de bien que pudiste hacer y no hiciste. Va a quedar en los chicos enfermos, con hambre, porque el dinero que era para ellos por tu corrupción te lo guardaste para vos. Chicos y chicas, la corrupción no es un camino de vida, es un camino de muerte.

Habí­a una pregunta sobre cómo usar los medios de comunicación para difundir el mensaje de esperanza de Cristo y promover iniciativas justas para que se vea la diferencia. El primer medio de comunicación es la palabra, es el gesto, es la sonrisa. El primer gesto de comunicación es la cercaní­a, el primer gesto de comunicación es buscar la amistad. Si ustedes hablan bien entre ustedes, se sonrí­en, se acercan como hermanos, si ustedes están cerca uno de otros, aunque sean de diversas tribus, y si ustedes se acercan a los que necesitan,  al que es pobre, al enfermo, al abandonado, al anciano a quien nadie visita, esos gestos de comunicación son más contagiosos que cualquier red de televisión.

De las tres preguntas creo que algo dije que les puede ayudar.  Pero pí­danle mucho a Jesús, recen al Señor para que les de la fuerza de destruir el tribalismo, que sean todos hermanos. Para que les dé el coraje de no dejarse corromper, para que les dé  el encanto de poder comunicarse como hermanos, con una sonrisa, con una buena palabra, con un gesto de ayuda, con cercaní­a.

Manuel hizo preguntas incisivas también. Me preocupa la primera que hizo él. ¿Qué podemos hacer para evitar el reclutamiento de nuestros seres queridos?  Â¿Qué podemos hacer para hacerlos volver? Para responder esto tenemos que saber por qué un joven lleno de ilusiones se deja reclutar o va a buscar ser reclutado y se aparta de su familia, de sus amigos, de su tribu, de su patria, se aparta de la vida porque aprende a matar. Y ésta es una pregunta que ustedes tienen que hacer a todas las autoridades. Si un joven o una joven no tiene trabajo, no puede estudiar, ¿qué puede hacer?  O delinquir, o caer en las dependencias, o suicidarse. En Europa las estadí­sticas de suicidio no se publican. O enrolarse en una actividad que le muestre un fin en la vida, engañado o seducido. Lo primero que tenemos que hacer para evitar que un joven sea reclutado o quiera ser reclutado, es educación y trabajo. Si un joven no tiene trabajo, ¿qué futuro le espera? Y ahí­ entra la idea de dejarse reclutar. Si un joven no tiene posibilidades de educación, incluso de educación de emergencia, de pequeños oficios, ¿qué puede hacer? Ahí­ está el peligro. Es un peligro social que está más allá de nosotros, incluso más allá del paí­s, porque depende de un sistema internacional que es injusto, que tiene al centro de la economí­a no a la persona sino al dios dinero. ¿Qué puedo hacer para ayudarlo o hacerlo volver? Primero, rezar por él, pero fuerte, ¡Dios es más fuerte que todo reclutamiento! Y después, hablarle con cariño, con simpatí­a, con amor y con paciencia, invitarlo a ver un partido de futbol, invitarlo a pasear, invitarlo a estar juntos en el grupo. No dejarlo solo. Eso es lo que se me ocurre ahora.

Evidentemente hay comportamientos que dañan, comportamientos con los que se busca felicidad pasajera y terminan dañándote. La pregunta que vos me hiciste Manuel, es una pregunta de un profesor de teologí­a: ¿cómo podemos entender que Dios es nuestro padre, cómo podemos ver la mano de Dios en las tragedias de la vida, cómo podemos encontrar la paz de Dios? Estas preguntas se las hacen los hombres y las mujeres de todo el mundo de una u otra manera y no encuentran explicación. Más aún, hay preguntas que por más que te rompas la cabeza pensando, no vas a encontrar explicación. ¿Cómo puedo ver la mano de Dios en una tragedia de la vida?

Hay una sola, iba a decir una sola respuesta, no. No, no es respuesta. Hay un solo camino: mirá al Hijo de Dios. Dios lo entregó para salvarnos a todos. Dios mismo se hizo tragedia. Dios mismo se dejó destruir en la cruz. Y cuando estés que no entendés algo, cuando estés desesperado, cuando se te viene el mundo encima, mirá la Cruz. Ahí­ está el fracaso de Dios, ahí­ está la destrucción de Dios. Pero también ahí­ está un desafí­o a nuestra fe, la esperanza, porque la historia no terminó en ese fracaso sino en el Resurrección que nos renovó a todos.

Les voy a contar una confidencia, y son las 12... ¿tienen hambre? Les voy a contar una confidencia. Yo en el bolsillo llevo siempre dos cosas: un Rosario para rezar y una cosa que parece extraña, que es esto, y esto es la historia del fracaso de Dios, es un Ví­a Crucis, un pequeño Ví­a Crucis. Es cómo Jesús fue sufriendo desde que lo condenaron a muerte hasta que fue sepultado. Con estas dos cosas, me arreglo como puedo, pero gracias a estas dos cosas, no pierdo la esperanza.

Y una última pregunta también del teólogo Manuel: ¿qué palabras tiene para los jóvenes que no experimentan amor de su familia? ¿Es posible salir de esa experiencia? En todas partes hay chicos abandonados o porque los abandonaron cuando nacieron o porque la vida los abandonó, la familia, los padres y no sienten el afecto de la familia. Por eso la familia es tan importante. Defiendan la familia. Defiéndala siempre. En todas partes, no sólo hay chicos abandonados, sino también ancianos abandonados que están sin que nadie los visite, sin que nadie los quiera. ¿Cómo salir de esa experiencia negativa de abandono, de lejaní­a de amor? Hay un sólo remedio para salir de esas experiencias: hacer aquello que yo no recibí­. Si vos no recibiste comprensión, sé comprensivo con los demás. Si vos no recibiste amor, amá a los demás. Si vos sentiste el dolor de la soledad, acércate a aquellos que están solos. La carne se cura con la carne y Dios se hizo carne para curarnos a nosotros. Hagamos lo mismo nosotros con los demás.

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