A las ocho y diez de la mañana, el Papa llegó así a la plaza de la catedral de Prato. Se trata de una localidad industrial en el norte de Italia con gran presencia de inmigrantes.
Saludó primero a las personas enfermas y ancianas que le esperaron a la entrada de la catedral. Después se detuvo a venerar la reliquia del cinturón de la Virgen que se custodia en la catedral. Es el cinturón que, según la tradición, la Virgen María entregó al apóstol Santo Tomás antes de su Asunción a los cielos.
Tras el saludo del obispo de Prato, Franco Agostinelli, el Papa pronunció un discurso en el que habló de inclusión y criticó duramente la explotación laboral.
FRANCISCO
'Para un discípulo de Jesús, ningún vecino puede ser lejano. Es más, no existen 'lejanosâ? que sean demasiado distantes, solo 'cercanosâ? a los que llegarâ?. Os agradezco los esfuerzos constantes que vuestra comunidad lleva a cabo para integrar a todas las personas, por oponeros a la cultura de la indiferencia y el descarteâ?.
En Prato hay una gran comunidad china. Se estima que son unas 40 mil personas en una población de 190 mil. El Papa recordó el trágico incendio de 2013 en el que 7 personas chinas fallecieron. Trabajaban y vivían en una fábrica en la que eran explotados laboralmente.
FRANCISCO
'Es una tragedia de la explotación laboral y de las condiciones inhumanas de vida y esto no es un trabajo digno. La vida de cada comunidad requiere que se combata hasta el final el cáncer de la corrupción, el cáncer de la explotación humana y laboral y el veneno de la ilegalidadâ?.
No es la primera visita de un Papa a Prato. En 1986 Juan Pablo II también viajó hasta esta ciudad de la Toscana.
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