Estamos en San Salvador. Aquí en esta pequeña casa vivía el arzobispo í?scar Romero.
'Están su dormitorio, su estudio, y aquí estamos en el patio de su casaâ?.
Las cosas están tal y como él las dejó. Un calendario recuerda el día y la hora de su asesinato.
Pasó sus últimas horas con Fernando Sáenz Lacalle, su segundo sucesor, y con otros sacerdotes del Opus Dei.
MONS. FERNANDO SAENZ LACALLE
Arzobispo emérito de San Salvador
'Fue una reunión extraordinariamente amable, e incluso con estas características de sencillez y hasta de pobreza, podríamos así decir, porque estuvimos sentados en el suelo a la sombra de unas palmeras, estudiando un documento que él había llevado y después almorzandoâ?. 'Regresamos como a las tres y media, él nos advirtió que tenia una Misa esa tarde y que le convenía regresar tempranoâ?.
La Misa era en este lugar, la capilla del hospital de la Divina Providencia en el Salvador.
En este armario se custodia la ropa que llevaba en esos trágicos minutos. Esta religiosa explica a los jóvenes lo que aquí mismo ocurrió.
'Pasó hacia el altar para extender el corporal para hacer el Sacrificio. Cuando en ese momento no se escuchó ni ruido de vehículo, sólo entro el vehículo. Algunas versiones dicen que el asesino salió y disparo desde algún ladoâ?.
Era el año 1980. En El Salvador estaba en guerra civil. Varios mandos militares habían emprendido una feroz represión para acabar con la violenta guerrilla.
El arzobispo dio voz a los que no tenían quien los defendiera. Esta homilía del día antes de morir fue la gota que colmó el vaso. Sus enemigos decidieron asesinarle.
'Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo: Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: 'No matar'.
Juan Pablo II visitó su tumba, en la catedral. Benedicto XVI lo definió un 'testigo de la feâ?, y ahora el Papa Francisco lo declara mártir, porque fue asesinado por odio contra la fe.
El Papa enviará un representante a El Salvador para la próxima ceremonia de beatificación. Y sueña con ser él mismo quien dentro de pocos años, celebre también su canonización.