Aprieta con fuerza el rosario que lleva en la mano porque lo ha bendecido el Papa Francisco. Justo en este momento, al terminar la audiencia general.
Dice que rezar fue lo que la salvó. Immaculée Ilibagiza se libró de una muerte segura durante el genocidio de Ruanda, en 1994.
IMMACULÉE ILIBAGIZA
Superviviente genocidio Ruanda
'Recuerdo que el segundo día mis padres pidieron a un vecino de otra tribu que me escondiera. Me metió en una habitación de poco más de un metro con otras siete mujeres. Estuvimos en el baño tres meses. No podíamos hablar porque no dijo ni a sus propios hijos que estábamos allí. Les contó que había perdido la llave del bañoâ?.
Después de salir de ese pequeño baño supo que, entre el millón de personas asesinadas en esas pocas semanas, estaba toda su familia. Sólo uno de sus tres hermanos logró huir del país.
Immaculée cuenta que lo único que hizo, día y noche, durante esos terribles meses fue rezar. Pedía que los asesinos no la encontraran. Pedía también poder perdonarlos algún día.
IMMACULÉE ILIBAGIZA
Superviviente genocidio Ruanda
'Estaba furiosa al principio. Pero poco a poco me di cuenta de que, si rezaba a Dios y creía realmente en Él, esa ira no era buena. Me hacía daño estar enfadada y me di cuenta de que podía perdonar, podía pedir a Dios que me ayudara a perdonar. Finalmente recuerdo que lo hice. Me sentí muy feliz cuando pude hacerlo. Sentí como que me quitaba un peso de encima y era libreâ?.
Y lo que había pedido a Dios pudo ponerlo en práctica al conocer al asesino de su familia, al que visitó en la cárcel.
IMMACULÉE ILIBAGIZA
Superviviente genocidio Ruanda
'Quise que no pensara que lo odiaba para que empezara su propio proceso hacia el perdón. Le hablé y le dije que le perdonaba. Recuerdo que se tapó la cara, no quería mirarme pero me di cuenta de que, de alguna forma, estaba aliviadoâ?.
Esta historia de dolor, perdón y fe está plasmada en los libros escritos por Immaculée. Se ha centrado en ayudar a otras víctimas del genocidio y en reconstruir su país. Dice que su misión más especial es ayudar a mantener el santuario de Nuestra Señora de Kibeho, el hogar de la Virgen en Ruanda, a la que no dejó de rezar durante los meses del genocidio.
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